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Hay una luna llena,
colgada en el desván,
unos viejos cuadernos
y un mueble de ratán.
Hay una vela dormida,
en los sueños de un aparador,
unas cenicientas fotos,
de una infancia que murió.
El lento reloj de arena,
sediento en un rincón,
unos cuantos minerales,
que eran mi colección.
Aún, se conserva la cuna,
que una vida allí anidó,
el olvidado reclinatorio,
que cansado maduró.
Quizás, las viejas cartas,
estén aún en el cajón,
con su letra ya ilegible
y amarillo su color.
La noche duerme en el desván,
anidando los tesoros,
de una época, que pasó,
donde moran y vivirán.