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Sentado, en un peldaño de la vida,
con los ojos perdidos en el cielo,
sus manos caidas sobre sus rodillas,
contemplando el horizonte, sin salida.
Con las sienes marchitas por el tiempo,
una barca anclada aún en su pecho,
recordando las noches que salía,
a esperar a su amor, por si volvía.
Hoja a hoja se fueron marchando,
esos días, esos meses, esos años,
nunca más regreso la primavera,
a los brazos de quién ya no la espera.
Sólo sonidos en el silencio,
sueños vacios, sin sosiego,
gotas de noche sobre su pelo,
perforaron su mente y son el presente.
Ya no sale a la calle, ya ni come,
se duerme lentamente en la amargura,
quiere sólo abrazar una ternura,
que se asome a su puerta, como espuma.
Vacilante y cabizbajo se levanta,
en un mar de tempestades y recuerdos,
que el viento va llevando hacia su puerto,
en suspiros de muerte y desencuentro.
Adios al sol, a la luna, a las estrellas,
adios al mar, al monte y sus veredas,
adios a tantas cosas, que no he hecho,
por culpa de un amor hechicero.